Y allí estaba yo, en camiseta interior, luciendo los puntos de mis heridas, sufridas a mano de los diez hombres de armas del mulo y las terribles trampas de la horda goblin, junto con Tito el mago cuando vi una cara conocida entrar por la puerta.
Menudillos, un viejo compañero de armas enano, acababa de entrar junto con un halfling que no conocía y un semiorco mas guapo que todos nosotros juntos.
Menudillos no se acordaba de mí, el viejo perro no es capaz de recordar nada que haya pasado hace mas de cinco horas, pero no pareció que le importase. Nos presento al Alf el halfling y Urok el semiorco (tonto y supersticioso pero un buen guerrero). No tardamos en contarles de nuestras hazañas y quedar con ellos para volver a la mina abandonada al día siguiente.
Por el camino, tras hacer una parada en la tumba de Carrie, nos topamos con un encuentro inesperado. Un extraño encapuchado huía a todo trapo de un oso que le perseguía. El oso aprovechó el momento en que el pobre desgraciado se separaba barajando si nosotros eramos mas amenaza que el oso para arremeter contra él.
Urok y yo hicimos muestra de nuestro coraje enfrentándonos a la bestia su hembra le seguía y salió huyendo al verme cargar. Conseguimos hacer mella en la bestia pero parecía que nada iba a evitar que nos llevásemos unos cuantos zarpazos, cuando Tito conjuro un poderoso rugido, similar al de otro oso, que resonó en el camino. La bestia se alzo sobre sus patas, tratando de ahuyentar al oso que no podía ver, cuando Menudillos apareció tras nosotros, ensartando al pobre animal en su espada ancha. Acabamos rápidamente con la criatura mientras se retorcía en el suelo.
Me acerqué a atender al encapuchado, y resulto ser un elfo grel. Elfos salvajes que arrasan por allí donde pasan. Estaba cubierto de cicatrices de fuego, y nos contó en lo poco que hablaba de nuestra lengua que huía de su tribu, que había matado a su madre en el fuego. Dijo que le habíamos salvado la vida y que debía devolvernos el favor, tras jurar por los Dioses y su Honor que no haría nada en contra nuestra, le devolvimos sus armas y continuamos hacía la mina.
Resultó que los goblins habían abandonado la mina. Por lo que terminamos de explorarla, recogimos unas cuantas setas mas y matamos unos cuantos ciempiés gigantes y volvimos a Sobakaseta.
En Sobakaseta nos esperaba el festival de música, que fue cuando se lió. Durante la actuación del héroe local, Thorgrim, el cual cantaba una oda a la muerte que me hizo pensar en Carrie, una fuerte flatulencia resonó en el escenario. Thorgrim se hinchó de rabia y pateo la cara de su percusionista, abandonado la taberna.
A la mañana siguiente me enteré que había sido obra de Tito, el cual se encontraba a la huida ya que Thorgrim se había enterado (alguien le había visto y tratado de chantajear) y lo buscaba para matarle. Ya que Tito se escondía como un cobarde en las afueras, Urok, Alf y yo nos encargamos de cerrar los tratos que nos quedaban en el pueblo. Vendimos las setas que nos quedaban y el viejo boticario nos comento que un mercader estaba buscando a alguien un trabajo. Se hospedaba en la Jarra y allí fuí.
Cuando llegamos a la taberna Thorgrim estaba allí. Pedí mi desayuno y me senté a esperar a que se fuese, ya que no quería tener que matar al pobre desgraciado, antes de acercarme a preguntar por el mercader al tabernero.
Aún así Thorgrim se acercó a mi y me pidió que le llevase hasta Tito. Pero mi honor me impide traicionar a un compañero de armas, aunque se lo tenga merecido, por lo que me negué. Claramente Thorgrim me tenía miedo, por lo que se limitó a lanzar amenazas vacías, pero cuando Alf hizo una pedorreta cerca el bárbaro no pudo contener la rabia y lanzó un poderoso martillazo al mediano. Urok y yo plantamos cara a Thorgrim, y cuando le asesté una herida profunda el bárbaro acepto a bajar las armas e irse, prometiendo venganza.
Con este asunto termino, conseguimos el trabajo del mercader, un simpe, que nos pidió que llevásemos una mula cargada de lana a Paketa. Dijo que su tío nos pagaría al llegar, y nos dio su anillo como señal. A la salida vimos como los Espolones se dirigían también al Norte, aunque ellos montados.
El camino hacia Paketa transcurrió sin muchos problemas, salvo por unas cuantas avispas gigantes, y una cabra gigante a la que no tardé en eliminar.
Al segundo día de viaje llegamos hasta un pueblo a medio camino, y lo que vimos nos dejó claro que algo gordo se avecinaba. Las casas habían sido quemadas y montañas de cadáveres, humanos y orcos, se apilaban junto al pozo. Desde el antiguo templo, el único edificio en pie junto con el molino, una mujer nos apremió a que corriésemos por nuestras vidas hacia el edificio.
Temiendo una trampa nos acercamos por cautela, y al llegar descubrimos lo que pasaba, y la dificil situación en la que nos encontrábamos Mujeres, ancianos y niños se encontraban refugiados en el templo, junto a dos guardias. Los orcos se encontraban ocultos en el bosque, y atacaban por la noche. Las puertas no resistirían mucho más. Los espolones se encontraban refugiados en el molino, pero no iban a ayudarnos. Esta noche solo nuestras espadas decidirían nuestro destino. Comenzamos los preparativos para la batalla.
Menos mal que el Arrasador esta con vosotros. No tenéis nada que temer.